miércoles, 1 de marzo de 2017

OBSEQUIO QUINTO (5 DE 10) A NUESTRA SEÑORA – Por San Alfonso María de Ligorio.



VISITAR LAS IMÁGENES DE MARÍA


   Dice el P. Segneri que el demonio, para compensarse de lo que pierde con la destrucción de los ídolos, trata de perseguir el culto de las sagradas imágenes por medio de los herejes. Pero la Iglesia las ha defendido hasta con la sangre de sus mártires. Y la Madre de Dios ha demostrado hasta con milagros cuánto agradece las visitas a sus imágenes.

   A San Juan Damasceno le cortaron la mano por haber defendido con sus escritos las imágenes de María, pero la Virgen, milagrosamente, se la restituyó. Narra el P. Spinelli que en Constantinopla todos los viernes, después de las vísperas, se descorría espontáneamente un velo que cubría una imagen de María, y al acabar de rezarse las vísperas del sábado, se volvía a cubrir. Ante San Juan de Dios se descorrió también el velo que cubría una imagen de la Virgen que estaba venerando. El sacristán, tomándolo por un ladrón, le dio una patada, pero el pie se le quedó paralizado.

   Todos los devotos de María suelen visitar con gran afecto y con frecuencia las imágenes de la Virgen en las iglesias a ella dedicadas. Éstas son precisamente, dice San Juan Damasceno, las ciudades de refugio donde encontramos amparo contra las tentaciones y los castigos merecidos por las culpas cometidas. El emperador San Enrique, al entrar en una ciudad lo primero que hacía era visitar una iglesia dedicada a nuestra Señora. El P. Tomás Sánchez no volvía a casa si antes no visitaba alguna iglesia dedicada a María.

   Que no nos sea trabajoso visitar a diario a nuestra Reina en alguna iglesia o capilla o en nuestra propia casa, donde estaría bien tener en un lugar retirado un pequeño oratorio con su imagen adornada con luces y flores y rezar ante ella el rosario y las letanías, entre otras preces. Para esto he compuesto el libro de las visitas al Santísimo y a la Santísima Virgen, para todos los días del mes. El devoto de la Virgen podría encargar celebrar en alguna iglesia o capilla alguna de sus solemnidades, precedida de la novena, si es posible con la exposición del Santísimo.

   Suplico con mucho encarecimiento a los devotos de María que se abstengan de ir ellos y procuren que no vayan otros a santuarios de la Virgen en tiempo de romerías, donde se sabe que hay muchos escándalos; porque más fruto consigue el infierno que honra la Madre de Dios.


“LAS GLORIAS DE MARÍA”


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