miércoles, 25 de enero de 2017

Un caso de bilocación del Padre Pío salvo el alma de un suicida




El general que se iba a suicidar

   En noviembre de 1917 el ejército italiano sufrió una tremenda derrota. Como consecuencia de esto fue destituido el Comandante General del Ejército, el general Luis Cadorna, y la presa lo criticaba agriamente.

   Esto le trajo una horrible depresión y resolvió suicidarse. Dio la orden a los centinelas que no dejaran entrar a nadie a la carpa de campaña donde él estaba y sacó la pistola para dispararse un tiro en la cabeza.

   Pero cuando ya iba a dispararse se extendió por toda la carpa un agradabilísimo perfume y vió que se le aparecía un religioso capuchino con las manos teñidas de sangre y colocándose frente a él le dirigió una mirada penetrante, le dijo fuertemente: “Nada de matarse. Usted no debe cometer semejante locura. Guarde otra vez el arma”. El general se sintió estremecido. Como por milagro cambió su estado de ánimo de deprimido a pacífico. Recuperó la serenidad y obedeciendo la orden del religioso guardo el arma.

   Después de un tiempo llamó al jefe la guardia y le preguntó por qué había dejado entrar a aquel religioso. Los centinelas estuvieron todos de acuerdo en que no habían visto entrar a ningún religioso esa noche.

   El general recuperó el ánimo y volvió a la serenidad. Y cuando narró a sus familiares lo que le había sucedido, ellos le dijeron: “Ese que se le apareció tiene que ser el Padre Pío, que es el que hace semejante clase de maravillas”.

   Terminada la guerra, el general Cadorna se fue a San Giovanni, y al ver al Padre Pío lo reconoció inmediatamente: “Éste es el que se me apareció la noche en que yo iba a suicidarme”.

   El general había ido de incógnito y sin contar a nadie quien era él, pero de pronto oyó que lo llamaban por su nombre y le decían: “Que el Padre Pío lo está esperando”. Se fue a verlo y tan pronto se encontraron, oyó que el Santo le decía: “Mi general: ¡Qué mal lo pasamos aquella noche!, ¿No es verdad?”. Y siguieron hablando como si fueran dos viejos amigos.


“SAN PÍO DE PIETRELCINA” Por el padre Eliécer Sálesman



  




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